Los haitianos, desesperados tras la repentina suspensión de la ayuda humanitaria de Estados Unidos

NACIONES UNIDAS, 2 ago (NNN-UNIS) — La población de Haití ha expresado un profundo sentimiento de desesperación tras la repentina suspensión de una amplia gama de servicios humanitarios esenciales, una situación provocada por la cancelación de la mayor parte de la financiación estadounidense a principios de año, según alerta la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU en el país. La interrupción de estos fondos ha generado un colapso en programas vitales que atienden a millones de personas en medio de una crisis multidimensional que combina inseguridad, pobreza extrema, desplazamiento masivo y desastres naturales.

Más de 600 familias que huyeron de sus hogares debido a la violencia viven ahora en tiendas de campaña en una antigua escuela. (Foto: UNOCHA/Giles Clarke)

La crisis humanitaria en Haití ha alcanzado un punto crítico tras la firma de la Orden Ejecutiva 14169 por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el 20 de enero de 2025, que suspendió de forma inmediata toda nueva financiación extranjera de agencias federales estadounidenses, incluyendo a USAID y organismos multilaterales. Este corte afectó directamente al 80 % de los programas humanitarios en Haití, provocando el despido de personal de organizaciones no gubernamentales, la interrupción de cadenas de suministro y la paralización de servicios de salud, alimentación y protección. A mediados de julio, apenas el 8 % de los 908 millones de dólares necesarios para la respuesta humanitaria en 2025 había sido recaudado, lo que limita la ayuda a solo una fracción de las 3,6 millones de personas que la necesitan.

Las consecuencias se sienten en todos los sectores. Más de 5,7 millones de personas enfrentan inseguridad alimentaria severa y 1,3 millones han sido desplazadas de sus hogares debido a la violencia de grupos armados que controlan barrios enteros de Puerto Príncipe y zonas estratégicas del interior del país. El acceso a servicios básicos como agua potable, atención médica y educación se ha vuelto irregular o inexistente en muchas regiones. Centros de salud cofinanciados por Estados Unidos han cerrado, dejando a mujeres embarazadas, niños y personas con enfermedades crónicas sin atención. Programas de transferencias de efectivo, que permitían a familias vulnerables adquirir alimentos y cubrir necesidades básicas, han sido suspendidos, lo que ha impulsado el resurgimiento de mecanismos de supervivencia como el trabajo infantil, la reducción de comidas y la desescolarización.

La interrupción también ha golpeado fuertemente a los programas de protección, especialmente para mujeres y niñas. Los espacios seguros han sido drásticamente reducidos y la violencia de género ha aumentado en zonas bajo control de milicias. Además, la tasa de muertes maternas institucionales ha aumentado de 250 a 350 por cada 100.000 nacidos vivos entre febrero de 2022 y abril de 2025. En el ámbito nutricional, UNICEF ha atendido a más de 4.600 niños con desnutrición aguda grave, pero esto representa apenas el 3,6 % de los 129.000 que se prevé necesiten tratamiento en el año.

La suspensión de la ayuda estadounidense ha tenido un efecto catalizador en un sistema humanitario ya debilitado por años de inestabilidad. La confianza entre las comunidades y los actores humanitarios se ha visto seriamente afectada, ya que muchas personas perciben el cese de servicios como una traición a un compromiso moral. En barrios de la capital y en zonas rurales remotas, la interrupción de la distribución de alimentos, la atención médica comunitaria y el apoyo psicosocial ha dejado a miles sin alternativas. Aunque las organizaciones intentan comunicar con transparencia las limitaciones financieras, la sensación de abandono es generalizada.

El deterioro de la situación de seguridad y la percepción de Haití como un entorno de alto riesgo han dificultado también la movilización de nuevos fondos. Donantes internacionales expresan preocupación por los riesgos operativos, incluyendo la seguridad del personal, la posibilidad de desvío de ayuda y la falta de rendición de cuentas. Mientras, la atención internacional se ha desplazado hacia otras crisis globales como las de Ucrania, Gaza y Sudán, dejando a Haití en un segundo plano.

Este retroceso humanitario no solo afecta la respuesta inmediata, sino que pone en peligro el desarrollo a largo plazo del país. Programas que combinaban seguridad alimentaria, agricultura urbana y acceso al agua, muchos de ellos cofinanciados por USAID y la ONU, han sido congelados, debilitando cualquier posibilidad de resiliencia comunitaria. Sin una movilización urgente de recursos, Haití se enfrenta a un deterioro estructural que podría extenderse por años, con consecuencias profundas en los derechos humanos, la salud, la educación y la estabilidad social.

— NNN-UNIS

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