NACIONES UNIDAS, 16 jul (NNN-UNIS) — Primero vinieron las inundaciones, que anegaron campos y destruyeron cultivos. Luego fue la sequía la que redujo los niveles de lagos y secó la tierra. A pesar de esta situación climática cada vez más impredecible, mujeres agricultoras como Pascuala Pari trabajan incansablemente para proteger sus medios de vida y garantizar la seguridad alimentaria de sus comunidades.

En Ácora, una comunidad aymara situada en el extremo sureste del Perú, a casi 3 800 metros sobre el nivel del mar, el impacto del cambio climático es evidente. Esta región se encuentra entre las más afectadas del país, con consecuencias directas en la producción agrícola, la pérdida de biodiversidad y el aumento de la inseguridad alimentaria.
“Antes no era así. El clima ha cambiado mucho”, afirma Pascuala Pari, líder de la Asociación Sumaq Chuyma, ubicada en Ácora.
A nivel global, mujeres agricultoras como Pari enfrentan condiciones similares, adaptándose constantemente a un entorno climático cada vez más hostil.
Mujeres y cambio climático: una lucha diaria
“Las mujeres, en particular, soportan la mayor carga de la inseguridad alimentaria, ya que históricamente han sido las pilares del cuidado familiar, especialmente en momentos de crisis climática”, afirmó Bochola Sara Arero, representante juvenil del Foro Mundial de la Alimentación, durante un evento paralelo del Foro Político de Alto Nivel de la ONU sobre Desarrollo Sostenible, celebrado en Nueva York.
El foro, convocado este año para analizar el progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados en 2015, se celebra en un momento crítico: solo el 18 % de los objetivos están en camino de cumplirse antes de 2030.
El secretario general de la ONU, António Guterres, hizo un llamado urgente a intensificar el multilateralismo y acelerar acciones concretas para cerrar esta brecha.
También destacó la importancia de abordar la intersección entre varios ODS, incluyendo la igualdad de género y la respuesta al cambio climático.
Técnicas ancestrales para hacer frente a un clima bipolar
En Ácora, las condiciones climáticas extremas han pasado a ser parte de la cotidianidad. En 2024, el distrito enfrentó tanto sequías prolongadas como lluvias torrenciales, poniendo en peligro cultivos y fuentes de ingreso locales.
Para combatir estos efectos, las mujeres comenzaron a organizar bancos comunitarios de semillas, una iniciativa que no solo preserva la biodiversidad autóctona, sino que también refuerza su autonomía económica y social.
“Nuestros cultivos estaban en peligro de extinción, pero ahora la gente está cosechando de nuevo y estamos recuperando lo que teníamos antes”, aseguró Fanny Ninaraqui, lideresa de la asociación Ayrumas Carumas.
Gracias a estas redes de intercambio, más de 125 variedades de semillas nativas han sido conservadas en la región andina, fortaleciendo la resiliencia frente al cambio climático.
“Estoy contenta con mi pequeño banco de semillas. Ahora tengo todo tipo de quinoa: negra, roja, blanca. Esto me apoya económicamente porque puedo vender mis productos en los mercados locales”, explicó Pari.
Falta de reconocimiento legal y derechos sobre la tierra
Además de los desafíos climáticos, las mujeres agricultoras enfrentan barreras legales. Según el informe del Secretario General de la ONU presentado el lunes, el 58 % de los países con datos disponibles carecen de protección suficiente para los derechos de las mujeres sobre la tierra.
“Los derechos de las mujeres a la tierra son fundamentales para su voz, su agencia, su bienestar económico y su resiliencia ante los choques ambientales y sociales”, señaló Seemin Qayum, asesora de políticas de ONU Mujeres.
El informe destaca que menos del 50 % de las mujeres en zonas rurales poseen derechos seguros sobre la tierra, y que los hombres tienen el doble de probabilidades de contar con títulos de propiedad o acceso formal a recursos productivos.
Carol Boudreaux, directora senior de Programas de Tierras de Landesa, indicó que “cuando a una mujer se le reconoce como agricultora, se le abre un mundo de oportunidades: acceso a recursos, créditos, formación y representación institucional. Las puertas empiezan a abrirse”.
Lucha por la igualdad y el conocimiento ancestral
Clara Park, oficial superior de género de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), subrayó que “si bien los derechos legales a la tierra son esenciales, no son suficientes por sí solos. Es necesario transformar normas e instituciones sociales que limitan la participación plena de las mujeres en el campo”.
En este contexto, las comunidades aymaras de Ácora están recuperando técnicas ancestrales como los waru warus, sistemas antiguos de canales y camellones elevados que permiten gestionar tanto las sequías como las inundaciones.
“Cuando eres joven y mujer, siempre hay alguien que trata de limitar tu progreso”, reflexionó Fanny Ninaraqui, mientras supervisaba el préstamo de semillas desde uno de los bancos comunitarios.
Con apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y otras organizaciones internacionales, estas mujeres han logrado no solo resistir al cambio climático, sino también revalorizar el conocimiento ancestral transmitido por generaciones.
“Ahora puedo liderar, puedo enseñar lo que he aprendido. Me siento capaz”, concluyó Pascuala Pari.
— NNN-UNIS