WASHINGTON, 10 jul (NNN-CUBADEBATE) — Cientos de rescatistas continúan martes la búsqueda de personas desaparecidas tras las inundaciones repentinas en Texas, que han dejado más de 100 muertos, en medio de la amenaza de nuevas lluvias torrenciales.

Hasta la mañana del martes, las autoridades del condado de Kerr, el más afectado, habían recuperado los cuerpos de 87 víctimas, informó el sheriff Larry Leitha a la prensa.
Entre los fallecidos figuran al menos 27 niñas y guías que se alojaban en un campamento juvenil de verano junto al río Guadalupe cuando se produjo la catástrofe durante el fin de semana festivo del 4 de julio.
“Hasta el momento, cinco campistas de Camp Mystic y una guía siguen desaparecidos”, añadió Leitha.
Las autoridades locales reportaron al menos 108 muertes relacionadas con las inundaciones en el centro de Texas, en el sur de Estados Unidos.
Ben Baker, del Departamento de Parques y Vida Silvestre de Texas, explicó que las tareas de búsqueda y rescate con helicópteros, drones y perros fueron extremadamente difíciles debido al agua y el lodo.
“Cuando intentamos realizar estos rescates, estas grandes pilas de escombros pueden ser muy obstructivas, y adentrarse en ellas es muy peligroso”, dijo Baker. “Es extremadamente peligroso y lleva mucho tiempo. Es un trabajo sucio, el agua sigue ahí”.
Según Baker, se está prestando especial atención al estado mental de los socorristas, especialmente porque se están recuperando los cuerpos de niños.
En la localidad de Hunt, epicentro del desastre, los rescatistas revisaban montañas de escombros con ayuda de helicópteros, mientras las esperanzas de encontrar sobrevivientes parecían cada vez más lejanas.
Javier Torres, de 24 años, excavaba en el lodo buscando el cuerpo de su abuela, después de haber encontrado los restos de su abuelo. También descubrió los cuerpos de dos niños, aparentemente arrastrados por el río.
Las autoridades advirtieron que, con el pronóstico de nuevas lluvias intensas, las labores de recuperación se dificultarían aún más.
“Hemos recibido algunos informes sobre la posible llegada de más agua, lo cual obviamente afectará las tareas de búsqueda y recuperación”, indicó Baker.
Mientras tanto, aumentaron las críticas sobre si los recortes de fondos impulsados durante el gobierno de Trump debilitaron los sistemas de alerta temprana y la gestión de emergencias.
Durante una conferencia de prensa que fue tensa en varios momentos, Baker evitó responder directamente preguntas sobre la rapidez de la respuesta inicial. “En este momento, este equipo está concentrado en traer a la gente a casa”, afirmó.
Shel Winkley, experto en meteorología del grupo de investigación Climate Central, atribuyó la magnitud del desastre a la geografía local, los remanentes de la tormenta tropical Beryl y una sequía excepcional, bajo la cual el suelo absorbe menos lluvia.
“Esta parte de Texas, específicamente en el condado de Kerr, estaba en una sequía extrema o excepcional. Son las peores condiciones de sequía posibles”, dijo Winkley a los periodistas.
Tom Di Liberto, director de comunicaciones de Climate Central, señaló que la escasez de personal experimentado en el Servicio Meteorológico Nacional contribuyó al desastre.
“Lo que está ocurriendo, no solo en Texas sino en oficinas meteorológicas de todo el país, es que muchas personas con experiencia en eventos extremos y en comunicarlos se han ido, y eso no puede reemplazarse fácilmente”, agregó.
Aunque es difícil atribuir un único evento climático al cambio climático global, expertos coinciden en que el aumento de temperatura en la atmósfera y los océanos hace que las tormentas sean más intensas.
El calentamiento global incrementa la capacidad de la atmósfera para retener humedad en un 7% por cada grado Celsius, lo que genera lluvias más intensas, impredecibles y destructivas.
Kenneth Kunkel, científico climático de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, comentó que “simplemente está cargando los dados a favor de lluvias intensas cuando las condiciones son adecuadas”.
Tras analizar datos históricos de estaciones meteorológicas en EE.UU. desde 1955, Kunkel encontró que en los últimos 20 años ha aumentado la intensidad de las lluvias en los dos tercios orientales del país, incluido Texas.
John Nielsen-Gammon, climatólogo estatal de Texas, señaló que la intensidad de las lluvias extremas en Texas ha subido un 15 % en los últimos 40 a 50 años.
Sin embargo, es casi imposible predecir exactamente dónde caerá la próxima lluvia catastrófica, explicó Kunkel.
“Este mes le tocó a Texas Hill Country. El otoño pasado fue el oeste de Carolina del Norte. Solo porque una región haya tenido suerte en los últimos 20 o 30 años, no significa que no sea vulnerable”, concluyó.
Las peores inundaciones y mayor pérdida de vidas ocurrieron en el condado de Kerr, en una zona conocida como “callejón de inundaciones repentinas”, debido a su terreno empinado que canaliza el agua hacia el río Guadalupe, un área recreativa muy concurrida.
Nielsen-Gammon indicó que aunque esta zona no recibió la mayor cantidad de precipitación, “la distribución de la lluvia fue uno de los peores patrones posibles”, ya que cayó sobre las cabeceras del brazo sur del río, donde había centenares de personas acampando.
Si el epicentro hubiera estado unos kilómetros al norte o al sur, el agua se habría dividido entre distintas cuencas fluviales. Si hubiera estado más río abajo, las llanuras de inundación habrían absorbido gran parte del flujo.
El condado de Kerr había estado bajo una sequía extrema o excepcional durante más de tres años, excepto un breve período el otoño anterior.
Brad Rippey, meteorólogo del Departamento de Agricultura de EE.UU., explicó que esta sequía probablemente compactó el suelo, provocando que el agua escurriera en lugar de infiltrarse.
Además, el aire del golfo de México, inusualmente cálido, trajo consigo mayor contenido de humedad debido al calentamiento global.
Todo esto confluyó en “una tormenta perfecta de eventos” que causó la catástrofe, dijo Rippey. “Hubo muchos factores que tuvieron que unirse para que esto sucediera”.
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